"Veía el mundo con mayor intensidad que otros [...] Era capaz de hacer reír y llorar, y despertar indignación, su deseo era divertir a los demás y mejorar el mundo".
Así era, entre otras muchas cosas, el incomparable Charles Dickens. Una cita que me gusta especialmente porque él logró este propósito en vida y luego ha sido su legado, sin importar el paso del tiempo, el que ha continuado haciéndolo.
Para mí leer una novela de Dickens provoca todo ese mix de emociones. Es una de mis absolutas debilidades literarias (que comparto y fomento con mi súper Magrat) y cada vez que me sumerjo en una de sus historias tengo una sensación, como de vuelta al refugio lector, muy especial. Por eso me interesaba tanto su biografía, un género que no frecuento mucho pero que Claire Tomalin hace que sea muy entretenido e interesante.
No solo te cuenta datos y más datos, sino que te da una visión más amplia de la persona que te hace entender muchos de su rasgos, te descubre cantidad de cosas nuevas y puntos de vista diferentes y lo hace con una forma de narrar que te engancha como una novela. Además no es nada condescendiente o indulgente, no se queda solo en el mito sino que nos muestra sus debilidades como hombre y como escritor. A veces, os confieso, que me veía a mí misma defendiéndolo.
Era asombroso su ingenio y capacidad de buscarse la vida, reinventarse y salir adelante. Y no lo tuvo fácil, parte de su infancia la pasó trabajando en una fábrica de betún y nunca llevó con resignación el hecho de no haber podido estudiar cuando está claro que tenía grandes actitudes para ello.
Era asombroso su ingenio y capacidad de buscarse la vida, reinventarse y salir adelante. Y no lo tuvo fácil, parte de su infancia la pasó trabajando en una fábrica de betún y nunca llevó con resignación el hecho de no haber podido estudiar cuando está claro que tenía grandes actitudes para ello.
Tomalin nos acerca a un hombre absolutamente carismático que dejaba un recuerdo imborrable en todos los que le conocían. Vitalista, caminante empedernido, incansable, activo al máximo... Me lo he imaginado con una personalidad arrolladora, incluso a veces demasiado, que siempre estaba ideando y, sobre todo, escribiendo. Tenía un ritmo de escritura impresionante, muchas veces apurado por la gran necesidad de ingresos que tenía, pero también porque su imaginación era desbordante.
Para él, el afecto de su público era el mejor bálsamo y ayuda en las malas etapas, le daba fuerza, y ¡lo que a mí me hubiese gustado haber asistido a una de esas lecturas!
"Nunca eran pasajes extraídos de los libros sin más, sino textos adaptados con minuciosidad para poder encarnar a sus personajes preferidos y ofrecer momentos notables del relato".
No se limitaba por tanto a leer sin más, que ya hubiese sido un honor verlo en directo, sino que dramatizaba y ponía toda su pasión es escenificar sus propias palabras.
"El público reía cuando él quería que riera, se estremecía y lloraba cuando él quería que se estremeciese o llorase. Las lecturas lo dejaban eufórico, además de agotado".
Ilustración de su casa natal en Portsmouth- Amanda White |
En su relación con ella se ve al Dickens más injusto, reprochándole aspectos de su personalidad que un primer momento le habían hecho precisamente enamorarse y desear que fuera su esposa. Su proceso de separación fue también humillante y cruel para una mujer que había vivido por y para su marido y que tuvo que hacer frente a una ruptura muy pública.
Con sus hijos tuvo también una relación de altibajos. Pero hay un recuerdo con su hijo Henry que a mí me parece maravilloso y que demuestra lo especial que era.
"Su padre le enseñó taquigrafía aunque sin mucho éxito porque los dictados que improvisaba para él eran tan descabellados que se reían a carcajadas".
Así contado para que el concepto amor le quedaba muy lejano, pero no creo que fuese así totalmente. Pienso que su pasión y vocación le hacían a veces concentrarse demasiado en sí mismo, olvidando las necesidades de los otros y siendo sí, egoísta; pero, al mismo tiempo, era capaz de dar sin esperar nada a cambio, de endeudarse por ayudar a otros o apoyar aquello que consideraba de justicia.
Así fundó un asilo para mujer mujeres y niñas prostitutas a las que escribía incluso una carta asegurándoles que iban a tener la opción de cambiar de vida y siempre desde el cariño y sin reproches, algo que no siempre sucedía. Alguien que es capaz de esa muestra de solidaridad debe de tener algo bueno en el corazón.
"Uno que siente lo que debería sentir y otra que siente lo contrario. De la que siente lo contrario saco los personajes malvados, con la que siente lo que un hombre debe sentir intento vivir mi vida".
¿Quién no ha tenido esas sensaciones en su día a día sin necesidad de reflexionar mucho sobre ello o tener que volcarlo en un personaje de ficción?
No me resisto a contaros que en su biografía además hay cabida para personajes muy interesantes como es el caso de mi adorado Wilkie Collins, con un rasgo muy particular que no me esperaba para nada.
A mí, con el lío tan grave que tengo a la hora de combinar colores y prendas, nada más leer estas líneas me vino la imagen a la cabeza y me conquistó por completo.
Creo que en la reseña he demostrado mi pasión por Charles Dickens y por esta gran biografía, pero os la recomiendo una vez más, sobre todo si sois fans del autor, aunque no solo. Os sumergiréis en la vida de un auténtico genio y en cómo era capaz de crear ese maravilloso universo propio y también a un hombre con muchos claroscuros, complicado y brillante.