Retrocedamos en el tiempo y vayamos a los años 50. En concreto al East End de Londres, un barrio muy pobre y populoso en el que sus habitantes deben enfrentarse a numerosas dificultades para ganarse la vida y sacar adelante a sus familias en plena postguerra. Allí llega una jovencísima enfermera, para formar parte del equipo de comadronas que dirigen las monjas del convento de San Ramón Nonato. Y así comienzan sus aventuras.
'Llama a la comadrona' me llamó la atención desde el primer momento que oí hablar de él y luego, las buenísimas críticas que pude ver no hicieron más que reafirmar mis ganas de leerlo. Una vez acabado, solo puedo decir que los elogios estaban más que justificados.
El libro nos adentra en las memorias noveladas de su autora, de cómo ella con apenas 20 años chocó de frente con una dura realidad en la que familias muy numerosas vivían sin apenas espacio en casas insalubres, en las que había un baño para un bloque entero de pisos, en las que la comida escaseaba,... Y en estas duras condiciones los niños seguían viniendo al mundo, ayudados por unas mujeres que poco a poco, gracias a su dedicación y tesón, comenzaron a dignificar el oficio de comadronas y a concienciar a las madres, y a sus familias, de la importancia de seguir unas pautas y unos cuidados sanitarios específicos durante el embarazo.
Para mí el punto fuerte de 'Llama a la comadrona' es como la autora consigue llevarte de un caso dramático a una anécdota divertida; de una idea reivindicativa y argumentada a un suceso que te emociona porque te toca el corazón; de un contexto histórico para que nos hagamos una idea de la época y de sus prácticas médicas a una experiencia totalmente personal.
Es esta combinación de recursos la que hace que el libro no se haga pesado, ni su ritmo decaiga; sino todo lo contrario. Mientras lees consigue mantener la atención, que quieras saber más de las vicisitudes de este grupo de comadronas. Siempre con un estilo muy sencillo pero cuidado y sobre todo cercano, logra que entres dentro de ese ambiente y sientas lo que sienten los personajes. Te contagias, irremediablemente, de la misma empatía que tienen las comadronas con sus pacientes.
Es esta combinación de recursos la que hace que el libro no se haga pesado, ni su ritmo decaiga; sino todo lo contrario. Mientras lees consigue mantener la atención, que quieras saber más de las vicisitudes de este grupo de comadronas. Siempre con un estilo muy sencillo pero cuidado y sobre todo cercano, logra que entres dentro de ese ambiente y sientas lo que sienten los personajes. Te contagias, irremediablemente, de la misma empatía que tienen las comadronas con sus pacientes.
En este sentido, son muchos los personajes que tienen su hueco en 'Llama a la comadrona': las compañeras enfermeras, las monjas, las pacientes y sus familias, los amigos de Jenny,... Todos aportan algo, te dan un punto de vista diferente de cómo era la vida en un Londres que aún no se había recuperado de la desoladora Segunda Guerra Mundial.
Entre todos ellos hubo dos que me gustaron especialmente: Sor Evangelina, porque era un huracán de mujer. Me encantaba su fuerza, su energía y como mostraba su buen corazón en plan brusco pero muy de verdad. Y la señora Jenkins, fue el personaje que más me emocionó. Su historia era durísima y mostraba las tremendas injusticas que se cometen con muchas personas y como eso desbarata por completo su vida. Aún ahora recordándolo, entristece.
Entre todos ellos hubo dos que me gustaron especialmente: Sor Evangelina, porque era un huracán de mujer. Me encantaba su fuerza, su energía y como mostraba su buen corazón en plan brusco pero muy de verdad. Y la señora Jenkins, fue el personaje que más me emocionó. Su historia era durísima y mostraba las tremendas injusticas que se cometen con muchas personas y como eso desbarata por completo su vida. Aún ahora recordándolo, entristece.
En definitiva 'Llama a la comadrona' es un libro totalmente recomendable, que no decepciona. Al
contrario te deja con ganas de que la editorial Lumen se anime y
publique el resto de volúmenes de las memorias de Jennifer Worth (la foto son las portadas de la serie completa). Porque cuando terminas la última página, te deja la sensación de haber leído una historia real contada con sinceridad, ternura, cercanía y también humor. Y eso, tiene mucho mérito.