miércoles, 25 de julio de 2012

'Matar a un ruiseñor' de Harper Lee

En mi opinión una de las cosas más difíciles del mundo literario es el lograr que una historia perdure, que se siga leyendo durante generaciones y que sus enseñanzas aun con el pasar de los años sigan estando tan vigentes como cuando fueron escritas.

Harper lee consiguió este "más difícil todavía" con la primera y única novela que escribió, 'Matar a un ruiseñor'. Una opera prima que valió un premio Pulitzer en 1961 pero que más allá de este galardón (¡qué no es poco!) recibió el mejor reconocimiento posible, que no es otro que los lectores sigan apreciando y disfrutando con las historias de Atticus, Jem y Scout.

Os recuerdo el argumento. Jem y Scout viven con su padre, Atticus, en un tranquilo pueblo del sur de Estados Unidos en los años 30. Su apacible vida se ve alterada cuando Atticus debe defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca.

Aunque este hecho es fundamental en el argumento, sobre todo en su última parte, de alguna forma es también tomado como una excusa para describir una comunidad en la que los prejuicios raciales siguen muy presentes y eso marca las relaciones entre sus miembros, siempre con el color de la piel como condición.

Pero en esta vida cotidiana se nos muestra también la ternura de un padre hacia unos hijos que debe criar solo, la inocencia de unos niños que empiezan a entender qué pasa de verdad en su pequeño mundo, la honestidad y sentido de la justicia de un abogado, el recelo hacia lo diferente, los vínculos entre vecinos,...

En definitiva una historia muy recomendable que llega realmente a conmover y a plantear las injusticias y sin razones que aún se siguen se produciendo. A esto quizás ayuda que la historia está contada a través de los ojos de un niño, es Scout quien nos la cuenta cuando ya es mayor, y la lógica aplastante infantil es la mejor manera de dejar en evidencia el sin sentido de los adultos.

Por otra parte, si el personaje de Atticus ya era memorable en el libro, el cine lo inolvidable gracias a la soberbia interpretación de Gregory Peck en la película del mismo nombre que fue estrenada en 1960 y por la que el actor consiguió un Oscar. Una joya del cine que no podéis dejar de ver.

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